lunes, 20 de febrero de 2012

De Iphones, pelis, depresiones y un modelo culpable

Pareciera que todo es el final; de la vida, del mundo, o al menos de lo bueno. No sólo se destruyen los ecosistemas y recursos; además de gastarse el agua, tumbar los bosques, inundar ciudades, ensuciar los ríos y demás atrocidades, también se está matando a la gente, se está perdiendo la infancia, el movimiento, el sabor del alimento y hasta de los besos...

En días como hoy, en que mi optimismo por el mundo no va más allá del deseo de un presto apocalipsis, vienen a mi mente dos películas, cuyos mensajes se quedaron bien insertos en mi cerebro desde la primera vez que las vi. Una de ellas, titulada "Cuando el destino nos alcance", la vi por primera ocasión en la televisión cuando tenía unos 6 o 7 años, allá por el año de 1990-91. Aunque de momento me dejó una especie de trauma y mucho miedo de pensar en el futuro, creo que fue algo bueno. De hecho, creo que si un día decido tener hijos, buscaré ponérselas a la misma edad. Y es que gracias al impacto que sus imágenes ejercieron sobre mí, crecí con la idea de ser ecologista (idea que olvidé un poco cuando la sociedad de consumo me cubrió con sus redes). Hasta hace unos meses en que, gracias a una grandiosa página de series y películas online, pude volver a verla, no recordaba más que las escenas de gente mayor entrando a un edificio para ser convertidos en alimento. Cuando la vi de nuevo, fue peor, lo mejor que en esa película podía pasarle a la gente era morir para ser comido. Sin embargo, nada tan terrible como el hecho de no conocer siquiera los tomates y lechugas, debido a que el sobrecalentamiento y la sobre población impedían la agricultura...


La otra película que me da  de qué hablar es más reciente y de dibujos animados: Wall-E. Me gustó sobre todo la segunda parte que, con un tono cómico, me parece que caricaturizó a la perfección el destino inminente de la humanidad. Cabe mencionar que no puedo evitar sentirme identificada con los personajes obesos antisociales al estar frente a la computadora. Y es que es real, el proceso de interacción social se está transformando en uno vivido a través de la computadora. Cada vez se vuelve menos importante el contacto físico con la gente.


Hasta hace un par de días pensaba que, independientemente de la tecnología, al menos se requería del contacto físico con otra persona para copular y, ¿qué me encuentro en facebook? Una nota que hablaba sobre un dispositivo adaptable al Ipad para tener sexo virtual (http://www.larazon.es/noticia/9894-inventan-un-adaptador-para-mantener-relaciones-sexuales-con-el-tablet). Sea cierto o no, el hecho es que es asequible, desde el momento en que ya lo pensaron, además de que es seguro que existe un mercado amplio para tal producto.

Sin duda, falta poco, realmente poco, para que seamos esos gordos de Wall-E que no se paran de su mueble porque su vida está en la computadora. Ya ni siquiera la escuela será un espacio en el que se pueda interactuar con personas, pues cada vez comienza a ser más reemplazable la figura de un maestro dentro del salón de clases, mientras exista alguien detrás de una pantalla contestando dudas y dirigiendo el conocimiento que, por supuesto, los estudiantes pueden encontrar en la Web.

Algunos se preguntarán, ¿entonces es malo usar tecnología, deberíamos retroceder en el tiempo a las viejas herramientas que no nos simplificaban la vida como lo hace una computadora? No creo que la respuesta sea tan radical como un "no". No soy una persona retrógrada que se oponga a las herramientas que nos brindan los avances tecnológicos de la humanidad. Sin embargo, el uso de éstos debe terminar donde empieza el fin de nosotros, el fin de nuestro pensamiento (cada vez se usa menos el cerebro desde que sabemos que podemos hallar casi cualquier respuesta con tan sólo teclear unas letras y apretar ENTER) y, sobre todo, de nuestro mundo. ¿Cómo la tecnología puede acabar con el mundo? De muchas formas, el uso de tantos dispositivos electrónicos no es ecologista ni, mucho menos, amigable con la sociedad.

Cuando mis alumnos me decían que preferían entregarme sus trabajos vía electrónica, a través de su blackberry o Iphone, dándome el argumento de que era más ecologista, en un principio me convencía. No obstante, después de analizarlo, justo me puse a pensar en la realidad de las cosas; el Iphone, igual que cualquier dispositivo móvil y computadoras, es una gran amenaza tanto para el medio ambiente como para la sociedad. ¿Cuánta gente no hay que cambia de modelo de celular cada que sale la nueva versión? ¿En dónde paran todos los desechos electrónicos? No es que sólo cambien de dueño y la gente los use. Justo a mi lado tengo una gaveta llena de cargadores y celulares viejos que se han acumulado en mi hogar de varios años para acá. Claro, hay centros de reciclaje para esos elementos y ¡Vaya, menos mal! Aún así, no todas las piezas se reciclan y, contrario al papel, el material del que se fabrican a veces es tóxico y, además, no se degrada sino hasta después de miles de años.

Por otra parte ¿No han pensado en cuánto contamina la fabricación de cada pieza? Pero, sobre todo, ¿cuál es el costo social de armar un teléfono? Como muchos de los productos que consumimos hoy en día, las condiciones laborales de los encargados de su ensamblaje son deplorables. Justo se está haciendo una investigación a empresa encargada de la fabricación de Iphone en Taiwan, debido a denuncias de explotación de trabajadores; "Foxconn tiene más de un millón de empleados en China; en los últimos dos años una veintena de sus empleados se suicidó, además se vio envuelta en acusaciones de abusos laborales por parte de activistas" (http://mexico.cnn.com/tecnologia/2012/02/15/las-condiciones-laborales-de-foxconn-la-filial-de-apple-bajo-la-lupa)

Insisto, esto no sólo ocurre con los productos de Mac, desde hace tiempo se sabe que muchas de las marcas de ropa que usamos cotidianamente son producto del trabajo de niños explotados del tercer mundo. Sabemos también que desde hace años las selvas, ríos y bosques se agotan con propósitos capitalistas.

¿Qué hacer? Jamás diré que la solución está en dejar de usar todo (¿con qué derecho lo haría alguien que pasa varias horas del día frente a la computadora?). Se trata de ser conscientes, de no priorizar el consumo por sobre otros aspectos de la vida que son más importantes. La necesidad de consumo no sólo está agotando nuestro mundo por llevarse los recursos y a la gente por la sobre explotación, también se está llevando nuestra paz mental, pues la sociedad cada vez está más inmersa en una depresión que inicia desde temprana edad, ya sea por el deseo de lo inalcanzable o la ausencia de modelos sociales importantes para nuestro bien emocional (Ver "Depresión, la culpa la tiene...." dentro de este mismo blog), modelos que se han gastado por culpa de un modelo económico-social hecho para el consumo.

Finalmente, les dejo un infográfico que me encontré navegando por la red...