El recuerdo de la primera vez que estuve enamorada parece haberse diseminado entre múltiples pensamientos de indiferencia inventadas para no sufrir. Con todo, recuerdo esa sensación en el pecho y estómago por no verle, por no saber cómo hacer para ser vista o, luego, por no entender su indiferencia (hablo de distintas personas). Parece que en los últimos doce años mi cerebro, en su parte sentimental, tuviera la consigna: "si no es imposible o tortuoso, ni lo voltees a ver; si lo es, ve y estréllate con tu amor".
Por amor o desamor alguna vez hice "trop", ese género cuyo nombre alguien inventó pensando en mis intentos de canta autora preparatoriana con los que intentaba desahogar al amor que no pude corresponder más, después de enamorarme de uno imposible y jamás correspondido. De este último recuerdo las lágrimas derramadas hasta dormida por el dolor y la frustración. Tampoco se me olvida cuando encontré en las página de Las desventuras del joven Werther un aliado para mi sufrir.
Un corto tiempo después intenté usar al punk rock para desahogar las penas del sentimiento. De tantas canciones que se quedaron en el tintero o en el intento, las pocas que ha perdurado hasta hoy en mi recuerdo y en el de los que conocieron nuestro quehacer musical amateur fueron aquellas escritas con el sentimiento de desamor y corazón roto por los mismos motivos que hoy, pero 10 años más tarde... ¡Diez años más tarde!
Igual que una década atrás, aunque con diferente persona, estoy cansada de intentar descifrar lo que piensa, de asimilar su indiferencia, de no saber qué hago mal y de que de un día para otro nuestra relación cambie al grado de que ni siquiera una amistad pareciera existir (oir Adiós de Fomy). Mismo patrón de persona, mismo patrón de relación, mismas palabras que describen mi situación, misma congoja...
La diferencia es que hoy en día ya no puedo disfrutar el sufrimiento, hoy en día sé que no soy músico, ni poetiza, ni nada que pueda hacerme sentir importante con el dolor, aunque haya dejado de ser importante para él. Pareciera que a los 30 años el amor se sufre igual pero ya no se vive. El desamor y la ruptura es una pequeña muerte, un golpe que me avienta a un mundo de desprotección total, que me hunde como con un peso en un mar de desesperación.
Aún así, sé que tarde o temprano pasará, que abandonaré la posición fetal en la que he pasado la mayor parte de la tarde y que mis cejas volverán a la relajación, cuando también vuelva el brillo de mis ojos. Pero ahora solo puedo recordar y arrojar lágrimas. Ya no tengo a Werther para llorar juntos, ahora sólo un blog que nadie lee para decir lo que ya no puedo cantar.
¿Algún día cambiaré? ¿Soy yo o son ellos?
¿Algún día cambiaré? ¿Soy yo o son ellos?
Sigo abrazando mis piernas.